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“Como jinetes del tiempo llegan
sobre oleajes de sangre
los asesinos del despertar”

Entonces era un niño cuestionador, radiante de ilusión en medio de la naturaleza. A media mañana, cuando el sol tibio del invierno asomaba entre los colgantes de hielo del techo de ramas y tierra de la pieza de adobe, atrasito, apurado por la luz amarilla que se dispersa en pequeños arcoiris tras los colgantes gélidos, se aparecía el bisabuelo, “El Viejo Busto”, tras el toscano para hacerme toser.
Decía que hacía bien al reuma infeccioso toser y pisar escarchas nocturnas del invierno patagónico. Y en pelotas, “El Güevas”, con las patitas temblonas, salía a pisar diamantes que mutaban a semillas y dibujaban en la mañana la elipse de la vida.
Entonces arremangaba la bombacha bataraza, mascullaba unos garabatos y echaba al campo al Viejo Julio para contar historias de la guerra aquella, cuando los terribles bárbaros en briosos corceles con sables curvos chorreando sangre aparecían tras las lomas cortando cabezas a diestra y siniestra, tras alaridos que enrojecen de pánico el cielo de la España Calí…
Me fue antipática la guerra como los españoles. Entonces lloraba de miedo a ser un rengo, de frío y por los sabañones que reventaban por la mala circulación. Sabía que luego me paraban sobre un hormiguero rebosante de embravecidas hormigas coloradas que revolvían con saña o tal vez con amor… No se…
Se me afantasman los héroes en sus monumentos cuando pienso en las guerras. La guerra es guerra cuando un hermano mata a otro. No como la vez que le dí el peñascazo en medio de la espalda al gringo porque el boludo grandote me robó los patitos a la siesta cuando todos dormían. Pobrecito, escapó y en el apuro perdió los pantalones, cayó y se levantó para seguir huyendo, en pelotas, entre los manzanos. Chorros de lágrimas le saltaban de los ojos. Pobrecito, digo cada vez que se repite ese grito desesperado socavando mi neurona inteligente en medio de las noches de fiebre. Al gringo, que era suizo, le decían Valtuli y medía como dos metros de tontera y descoordinación y pa las patas pálidas ataban como tres alpargatas una después de otra. Pobrecito, ¿se habrá llamado Walter?
La piedra sin aviso le dolió, tal vez me haya dolido más. Las situaciones en proceso son imposibles de evaluar, aún cuando son incidentes primitivos, escaramuzas, más aún cuando son una guerra… porque mientras más importa a unos y otros el ganador, más juegan los sentimientos, las tendenciosas manipulaciones informativas, la absoluta carencia de perspectiva que implica estar sobre el acontecimiento.
La guerra es un negocio, la guerra tiene objetivos, no es una disputa por la filiación política, el credo, por el club de los amores o por el último clásico… Es una cuestión de poder. Ahora es un negocio la GUERRA, el clásico, el encuentro y el desencuentro… y en ese negocio cada parte juega a víctima o victimario según la conveniencia del momento aún cuando los prodigiosos relatos ya no convencen a nadie, pero, como decían algunos “siempre dejan resaca”
Ahora que rememoramos los crematorios y sus múltiples facetas, relegamos las orejas aborígenes cortadas por cinco chelines o cabelleras que enriquecieron a tantos asesinos.
Nada, pasado legitima las acciones de guerra emprendidas entre hermanos, ¡porque somos hermanos! ¡Todos somos hermanos!
Hoy los nietos de abuelos cremados fabrican más guetos más eficientes. Terrible, un espanto que sea así.
Siempre encontraremos nuevas o restauraremos excusas para acumular cadáveres a nombre del dinero, el negocio, la connivencia, hasta que nos toque ser uno más de la pila de acusados de ensangrentar las calles, de inocencia, como los hermanos palestinos de hoy, víctimas permanentes de un libro llamado biblia y una cadena llamada fe, que se transformó en mall eclesial y justifica su existencia en el plagio de antigua historia ejipcia con leves variaciones y el voraz apetito de poder, igual que los judíos, pero hermanos, igual que los demás, pero hermanos…
¡Cambalache! en este mundo traidor nada es verdad ni mentira todo es según el color del cristal con que se mira.
¿De qué color es la sangre tras anteojos oscuros? ¿y la vida? Hay una larga fila de hermanos observando, buscan razones que justifiquen acciones homicidas emprendidas contra la humanidad, por sus patrones… Unos se paran a la izquierda, otros al centro, otros a la derecha, pero son los mismos asesinos que proceden sin razón ni conciencia, simplemente, a matar.
A veces me gana la tristeza, me oprime la incredulidad mientras se matan los hermanos… mientras me matan los hermanos…
Para que exista una guerra hace falta, al menos, uno que muera. La guerra es guerra cuando un hermano mata a otro. Se me afantasman los héroes en sus monumentos cuando pienso en las guerras y multiplico la urgente necesidad de bajar del mundo a instalar una nueva sociedad.

08 de febrero del 2009

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Biobibliografía

Rubén Boronat (Neuquén/ Argentina, 1950). En tránsito por Chile desde el 94, emprende “Con Alas de Papel” íntima complicidad con la palabra, emoción, compromiso social. Es convocado a espectáculos masivos donde la defensa de derechos humanos, la verdad, la justicia, la igualdad se transforman en bandera de lucha. Siguen “Segundo Vuelo”, “Astillas del mismo palo” (con Natalia Boronat), “Memorias de Guerra”, “PolitiKK”, “Polígono de Tiro”, “Te recuerdo Víctor”, “Atrévete” (con Dilcia Mendoza), “Perfumes de Alcoba”, “Sinfonía de Amor”, “Cacha la Cuestión”. Dice con estilo juglar contemporáneo. Autor del proyecto “Desde el país de los poetas” patrocinado por el Gobierno de Chile a través del Ministerio de Educación, entregó hasta diciembre del 2004, 5.000.000 y declamó 200.000 poemas en la locomoción colectiva de Santiago. Invitado a fiestas nacionales, internacionales de teatro y poesía, Fiestas de la Cultura Popular, Carnavales Culturales, Festival de la Memoria, Cabildos Culturales, etc..., propicia todas las instancias para intentar comunicarse con destinatarios de sus mensajes razón que le permitió el privilegio de conocer por dentro los calabozos de las comisarías de Santiago del Nuevo Extremo, Chile.

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